sábado, 13 de marzo de 2010

Exiliados del Naufragio

I
Ayer me visitó una isla,

encalló en el puerto de mi boca,

dividió las aguas claras de mis ojos

y marcó caminos de tormenta.


Bajó flotando hasta mi pecho

con aires de turista incierto.

Reconoció mis vientos más alegres,

miró el amanecer en la orilla de mis dedos

y lloró el rocío de sus follajes.


Repartió su fauna entre mis venas,

y el polen de sus viejas flores

se volvió raíz de continente.


Se juntaron los rugidos de sus bestias

con los ecos curativos de tu nombre,

con el ruido de las olas de mi muerte,

con el vuelo de las alas primerizas.


II
La isla recordó sus viejas noches

la marea violeta de su luna más precoz,

su antigua condición volátil

de tierra sitiada por la sal.


Su historia, se resbala por mis poros y mi aliento:

colonizó mi cuerpo y deterioró mis selvas;

remplazó mis ídolos con su silencio de isla en ruinas

y con sus presagios conocidos de ave próxima.

III
De la pasión impura entre una isla y su hombre

nacieron tres bellas nostalgias nuestras:

la primera se llamó niñez

la segunda fue llamada paraíso.

La tercera nunca tuvo nombre

pero siembra terremotos en el tiempo.

1 comentarios:

Yanitsa Buendía de Llaca dijo...

:O

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