sábado, 13 de marzo de 2010

¿Habré dormido?

sí bebí,

bebí y ahora estoy decapitado.

Despierto

y lo resisto como ave lastimada.

Escucho la sangre que vacía mi cabeza,

la pausa del pulso que se agolpa,

el trote de un caballo y su jinete muerto

Y a galope de latidos en la sien,

la furia de un infante me domina,

me ataca con la tos de las mañanas,

me crispa la columna con el frío;

convierte mi razón en un anciano

que me inventa enfermedades,

endurece mis ojos, mis huesos de durazno.


Esperaría

si pudiera,


sentir la hez etílica de un escupitajo,

mantener completa las hojarasca del invierno

que aprieto con mi mano sudorosa;

recordar las consecuencias de lo inevitable:

los límites me obligan a creer en las distancias.


Y quisiera temerle más al nuevo día.

No me faltaría la soga al cuello,

la cuchilla a los tendones,

sobredosis de palabras o substancias en mi cuerpo.

Pero me levanto aún a oscuras

y desnudo,

desnudo como sólo yo podría estarlo.

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