Por favor, su currículum
La riqueza me agobia esta mañana
y para conjurarla
hago el recuento
de las cosas que tengo
y de lo mucho
que he perdido en el tiempo:
tengo la vista, el tacto, el oído,
el olfato y el gusto, una mujer
─ella también me tiene─
que lleva sin alardes
los ritmos de la vida;
unos seres que crecen a mi lado;
un techo, pan, un poco de dinero,
libros, el teatro, el cine;
seres vivos que amo
y que me aman;
mis muertos, la memoria
y el presente
(nada sé del futuro,
pero no me interesa);
voy haciendo los días
y ellos me van haciendo
y deshaciendo;
finjo resignación
y me contento
con las luces del alba
(me gusta más la noche);
trabajo y cumplo,
a veces a mi modo
y, cuando no es posible
me conformo;
intenté el heroísmo
y la aventura
se me volvió sainete;
he aprendido
tres o cuatro cosas
y he olvidado trescientas;
me detengo en la calle
y veo personas,
salgo al campo
y me encuentro con la vida;
me gustan las ciudades
y las odio,
me gusta el campo,
pero no lo entiendo;
mis raíces son débiles;
no le tengo pavor a lo imprevisto,
pero me gustaría que no pasara;
mi sentido común
es estrambótico;
sin proyectos me enfrento
a la mañana;
me enferman los enfermos
de importancia,
me asustan los que esgrimen
sus certezas;
me gustan los que dudan,
los pasos vacilantes
me enternecen
y me dan miedo
los que pisan firme
(el if de Kipling
me provoca vómitos);
no pertenezco a nada
y, sin embargo, me hermano
sin poner muchos reparos;
cultivo mis lealtades
e intento perservar estos amores;
mi vida es un recuento
de expulsiones
mientras me acompañan
maracas y requintos,
dos serruchos,
un peine, con papel
y voz amarga;
ya no tomo café,
fumo tabaco,
hablo menos que antes,
me desvelo
y escribo confesiones;
la primera persona me preocupa,
pero sé que no es mía:
todos somos lo mismo
todo es uno
uno es todo,
cada hombre es, al fin,
todo este mundo
y el mundo
es un lugar
desconocido...
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